No, ya no...
Surges en albar halo, como queriendo ser luz y sin embargo mis ojos ven tus tiznes opacos,
aura de negra umbría que solo exhala tinieblas.
Por más que engendres sonrisas,
Tánatos eres, dueño de muerte,
y aunque candiles incendien, fugaces, tus huellas,
el rastro que dejas siempre es macabra niebla.
No me embaucas esta vez, no me traspasas,
el espanto esperpéntico de tu guadaña no me daña,
esa tu cara de amanecer ya no me tienta, ni me engaña.
Me tocas, sí, en el centro del alma,
me duelo un poco a lutos, como si fuera viuda y llorara,
aprovechas el vacío y me clavas la astilla,
dices que es miel, que me quede tranquila, que nada pasa,
pero los lirios han muerto tras las ventanas.
Un lago se cubre de nostalgia,
una barca vacía navega a la deriva,
tus dedos sugieren tablas,
¿Acaso me consideras perdida?
Sonries y...mis ojos ya no te miran.
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